
Notes
El texto aborda las experiencias de mujeres que, desde la infancia, han asumido un rol emocionalmente responsable en sus familias, dejando de ser simplemente hijas para convertirse en cuidadoras, intermediarias o solucionadoras de problemas. Estas dinámicas, profundamente influenciadas por un sistema patriarcal que refuerza a las mujeres como protectoras, generan una carga emocional y física que muchas veces pasa desapercibida hasta que se manifiesta en problemas como el agotamiento o trastornos de salud.
Aunque este rol puede darles sentido de utilidad, también implica altos costos personales, desviando su tiempo, energía y recursos de sí mismas y de las familias que eligen formar. Este proceso perpetúa una dependencia familiar que es difícil de romper. Aprender a poner límites es clave, pero resulta complejo debido a la internalización de estas responsabilidades y la culpa que surge al tratar de cambiarlas.
La autora reflexiona sobre su propio camino para recuperar su rol de hija, renunciando a ser intermediaria y reconociendo que no puede cargar con todo, incluso si eso implica dejar de ser la confidente de su madre, quien también perdió tempranamente su rol de hija. Este proceso, aunque difícil, es un acto de amor propio y de reconexión con la niña que una vez fue, quien también merecía y merece ser cuidada.